Ésta obra utiliza la figura de Mickey Mouse sonriente como eje central, junto a una noria llena de coronas y un fondo negro que evoca oscuridad. Desde pequeños, los parques temáticos y sus personajes nos enseñan a creer en un mundo mágico y perfecto, lleno de felicidad constante, siempre sonrientes y con música alegre, pero la vida real es mucho más caótica y desafiante.
La noria como la repetición del sueño imposible, simboliza el ciclo interminable de perseguir esa felicidad idealizada que se nos inculca en la infancia. Al crecer, descubrimos que la vida no siempre es como prometen los cuentos de hadas. El fondo negro de la obra no solo refuerza la oscuridad, sino que contrasta con la idea colorida y brillante de los parques temáticos: El fondo negro como vacío, representa la ausencia de esa “magia” prometida en los cuentos de hadas. Los personajes de Keith Haring cayendo de la noria representan personas atrapadas en este ciclo intentando escalar hacia la cima o resistiendo la caída.
El personaje Turquesa, está entre la nostalgia y la esperanza y el naranja, es la energía y creatividad reprimidas por las expectativas sociales. El plátano de Warhol aquí simboliza lo efímero y desechable (la cáscara como metáfora de una felicidad superficial).